Al
fondo, en la mesa principal, Oscar López (presidente de la Unión de
Cañeros Unagro), el viceministro Morales y los diputados Yucra y Tupa.
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Ocho
horas de debate culminan con un tenso “consenso”. Cañeros piden vía libre para
exportar azúcar y el gobierno les responde con lo mismo: “Mientras ustedes no
garanticen el mercado interno no va a haber exportación”.
Dos
diputados del MAS-IPSP y un viceministro tuvieron que imprimir una gran
paciencia en la socialización de una ley con la que el gobierno nacional busca,
en teoría, regular la relación entre los empresarios agroindustriales y los
productores cañeros.
En
la reunión efectuada en la Unión
de Cañeros Unagro el 23 de agosto, ocho horas no fueron suficientes para
consensuar la nueva norma. No salió humo blanco, sino un acuerdo con los
dientes apretados y las partes llegaron a esa situación producto del
agotamiento físico y por la redundancia de los argumentos esgrimidos. En varios
tramos del debate las partes se empantanaron en conceptos como “venta directa”,
“proceso de maquila”, “grados de sacarosa”, “control técnico”, “cooperación”,
“prestación de servicios”, “pérdida fabril”, “plan de zafra”, “cañero
tradicional”, “cañero nuevo” y cosas así. Fuera de esos complejos términos
había un lucrativo negocio que defender.
Hubo
alguien en el auditorio que sacó el tema del Tipnis. “A esos pobres hermanos
indígenas del Tipnis los han tumbado con esa palabrita ‘intangible’, y esos
hermanos no sabían qué era eso. Y no sea eso lo mismo que pase con la familia
cañera”, dijo un campesino al cuestionar la intención gubernamental de insertar
una figura de “compra directa” adicional al concepto convencional de aprovisionamiento
de materia prima a los ingenios azucareros. Algunos veían una trampa escondida
en ese término.
“Aclaremos
esto, si el cañero va a pagar impuesto de la caña o va a pagar impuesto del
azúcar, porque si estaríamos pagando impuesto de la caña vamos a pagar por 21
quintales de basura”, dijo otro cañero de mayor edad cuando salió lo de
“prestación de servicios”, una cláusula incorporada por el Ministerio de
Economía con el claro afán de aumentar las recaudaciones del fisco. “No basta
un año de estudio para definir cuánto es la pérdida fabril, los cambios
climáticos [influyen], por tanto cuando la sacarosa es más alta las pérdidas
fabriles son menores. Que esto se mantenga pues en 18 grados de sacarosa”,
propuso el Ing. Ronald Tapia a las posturas que fluctuaban entre 18 y 21 grados
de sacarosa en el tema de la “pérdida fabril”. “Muchas veces los ingenios
programan su molienda diaria, por ejemplo, si es 10.000 toneladas, preparan 8.000
y dejan un espacio de 2.000 para llamar a los amigos”, denunció Domingo Irusta
sobre el tema de los cupos y el plan de zafra. “Aquí en esta sala hay muchos
que acaban su [cupo] y van y le compran al vecino a precio de gallina muerta
para seguir metiendo caña porque tienen muñeca”, remató un hombre de acento
chapaco que se identificó como un productor “chico” del ingenio Guabirá.
Pero
el asunto que estuvo a punto de hacer abortar el “acuerdo” y que sacó de las
casillas al diputado Edwin Tupa fue la escasa predisposición del sector cañero a
aportar en serio para el establecimiento de un centro de investigación
agrícola. Durante tres largas horas gobierno y cañeros discutieron
apasionadamente sobre la inclusión de un descuento en uno de los artículos de
la ley: 0,60 centavos por quintal de azúcar y 0.10 centavos por litro de
alcohol. La contrapropuesta coincidente de los cañeros fue bajarlo a 0,20
centavos por quintal de azúcar y 1 centavo por litro de alcohol y hubo una
elegante dama del ingenio Guabirá que a los gritos pedía que se sustituya la
palabra “quintal” por la palabra “tonelada”, en tanto que Irusta sugirió que el
descuento en ambos casos se redujera a la mitad (0,30 y 0,05) en una especie de
“solución salomónica”.
Las
autoridades nacionales varias veces hicieron el ademán de tirar la toalla
porque, al no poder entender la “idiosincrasia” de los productores cañeros, no
concebían cómo estos eran capaces de regatear “por centavos” frente a la oferta
gubernamental de invertir 8 millones de dólares en el centro de investigación.
“¿Quién
se beneficia con este centro de investigación?, no es el Estado, son ustedes
los cañeros, porque el Estado no tiene caña; ahora, si no quieren, lo dejamos
ahí”, dijo repetidas veces el diputado José Antonio Yucra, presidente de la Comisión de Economía Plural,
Producción e Industria, en tanto que su correligionario Tupa les recordó a sus
anfitriones el crédito de Bs 40 millones que el gobierno de Evo
Morales les otorgó el año pasado para que pudieran renovar sus plantaciones de
caña. Pero además Tupa puso sobre el tapete supuestas denuncias según
las cuales los únicos beneficiarios de esos créditos habrían sido los
productores “grandes” mientras que los “chicos” habrían quedado al margen.
“Tengo una serie de denuncias que dicen que no les han dado a los [productores]
pequeños, que los pequeños sufren, hace rato un hombre al que no conozco se va
y me grita diciendo: ‘Estás defendiendo a los grandes cañeros ahí adentro’.
Cada uno vela [solo] sus intereses”.
En
la trinchera cañera fueron notorias las intervenciones de cuatro o cinco
productores agrícolas por la contundencia de los argumentos que manifestaban a
la hora de contraatacar la tesis gubernamental. Dos de ellos fueron Irusta y el
aludido tarijeño, mientras que Toribio Orozco y el Ing. Tapia postulaban
posturas más conciliadoras.
E
Irusta no dejó a Tupa sin respuesta. “Estamos arrepentidos de habernos [metido]
en esa deuda. Nuestros excedentes de producción no están saliendo [al exterior]
y nuestro consumo interno lo está destruyendo el gobierno. Ahí ayúdenos,
honorable Tupa, para que esa exportación salga, porque si no sale, eso nos
puede liquidar”, advirtió el empresario agrícola. “La exportación no es de la
noche a la mañana, hay que proyectarla, no es decir ‘pasado mañana exporten’;
no es así la cosa”, agregó Orozco, que también alertó de que si no se deja
exportar al sector productivo, ellos no serán culpables por no pagar sus deudas
y de que en consecuencia se produzca una sobreabundancia de azúcar en el
mercado interno.
Al
igual que esas hubo varias otras intervenciones en las que los cañeros
cuestionaban al gobierno por cerrarles las puertas de los mercados externos. Ellos
no entienden cómo el gobierno del "compañero" Evo Morales les otorga un millonario crédito en el marco de
la “revolución productiva” y que al mismo tiempo les prohíba exportar azúcar
con cuyas ganancias justamente podrían pagar esa deuda. No hay lógica.
A
eso la respuesta del diputado Yucra fue tajante: “Creo que ya hemos sido claros
en esto: mientras ustedes no garanticen el mercado interno no va a haber
exportación”.
Pero
los contrafuegos dialécticos no fueron solamente gobierno versus cañeros,
también salieron al sol algunos trapitos entre los propios productores. El más
mordaz fue el productor tarijeño mencionado más arriba que acusó a
instituciones cañeras que no identificó en estos términos: “Las instituciones
[cañeras] tienen un privilegio grande, cuando reciben los montones de plata
prestada los socios son más solidarios que nadie, están sentados ahí hasta que
les extienden sus cheques, pero a la hora de pagar no aparece nadie. Ojalá no
les suceda eso a todos los que se han prestado del gobierno para sembrar caña,
porque han sembrado todo menos caña, han comprado propiedades, han hecho esto,
han hecho lo otro, y después, a la hora de pagar, no se aparecen. A mi
cooperativa la han quebrado por causa de esos créditos, porque eran puntuales
para sacar los cheques pero a la hora de pagar ya no”.
Al
final del largo debate el viceministro de Producción Industrial a Mediana y
Gran Escala, Camilo Morales Escoffier, tuvo nomás que rebajar 40 centavos y el
aporte de los cañeros para el centro de investigación quedó en 0,20 por quintal
de azúcar y 0,10 por litro de alcohol, aunque sobre esto último hay la promesa de
otra rebaja.
“Con
esto no hacemos nada”, había advertido el diputado Yucra e Irusta
sabiamente había ilustrado que instituciones que nacen financieramente débiles
nacen condenadas a morir.
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