Larga cola bajo el sol para poder
comprar una garrafa de GLP el miércoles 22 de agosto de 2012.
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Colas de hasta tres cuadras se forman
en derredor de una distribuidora ubicada en el Casco Viejo cada vez que las
amas de casa se anotician de la llegada de un camión con garrafas de GLP (gas
licuado de petróleo). Este cuadro ya forma parte de la rutina del pueblo, pero
dos años después de que la empresa estatal YPFB instalara una red subterránea
de cañerías destinadas al abastecimiento de gas domiciliario, el servicio no
llega. Una vez que instalaron las cañerías el siguiente paso era instalar las
conexiones dentro de las viviendas. Ahí es donde se enreda el asunto, porque de
nuevo se meten los políticos, y ahí tenemos a la Alcaldía y a la cooperativa
Cosmin peleándose por el orgullo de decir “yo lo traje el gas domiciliario a Minero”,
sin embargo, aunque suene paradójico, por más que supongamos que lo que la
gente más desea es tener gas domiciliario (para así terminar con esta
pesadilla), la gente se resiste a inscribirse para las conexiones internas. El
problema serían algunos requisitos que se prestan a la sospecha como la
obligación de presentar los planos de los terrenos, lo que hace que los vecinos
desconfíen de las intenciones de YPFB, peor si estás viviendo bajo un gobierno totalitario.
Aparte de ello está la susceptibilidad política, muy a la criolla, ya que si estás
con Freddy no irás a Cosmin aunque te paguen, y viceversa, si estás con Tupa,
con Chomi o con Mamani (que al final
es lo mismo) ni loco te inscribirás en esa oficina de YPFB que hay aledaña al
Concejo. Suena masoquista, pero en vez de que se imponga el sentido común,
nuestras autoridades no hacen más que politizarlo el asunto, lo último, el show
que el oficialismo montó al traer a un senador “poderoso” para que repita las
promesas que los masistas hicieron hace tres años, o sea, que Minero tendrá gas
domiciliario “gracias a Valerio”, pero el gas no llega, ni siquiera el que
existe, el GLP, que semana que pasa es más escaso y más caro, llegando a costar
hasta 50 bolivianos, porque resulta que -no se sabe cómo- cuando llega el
camión las primeras “beneficiarias” son mujeres vinculadas a los partidos
políticos de la alianza municipal MIR-MNR-MAS, cinco, diez o veinte garrafas de
GLP para revenderlas y así ganarse unos pesos con la especulación. Finalmente,
la sensación de que mientras la politiquería siga metida en este tema, la gente
no se inscribirá, lo que significa que el gas domiciliario no llegará pronto y
que las amas de casa seguirán asoleándose para poder comprar una garrafa de
GLP. Así de jodidos estamos.
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