lunes, 6 de agosto de 2012



187 años atrás Bolivia declara su emancipación del yugo español bajo “la paternal asistencia del Hacedor santo del orbe, y tranquila en lo íntimo de su conciencia por la buena fe, detención, moderación, justicia y profundas meditaciones”. Así reza el Acta de la Independencia del 6 de agosto de 1825. Se puso fin a siglos de dominación de un poder “injusto, opresor y miserable”.
El fervor patrio nos mueve a hacer algunas reflexiones sobre el presente que nos toca vivir 187 años después de esa gesta histórica por hombres que derramando su sangre vislumbraron una patria libre, justa y feliz para las generaciones venideras.
Y es que el presente que ahora atraviesa la “Hija Predilecta” del Libertador Simón Bolívar está lleno de acertijos e incertidumbres. Es un presente del que se sienten parte solamente los que adoran a la Pachamama o siembran coca, sobre los cuales prevalece –al amparo de la cúpula dominante– una casta de intelectuales brillantes que siempre se pusieron al servicio del gobernante de turno, sea de izquierda o de derecha, sea fascista o populista. Es una casta a la que se le ha asignado la misión de diseñar el futuro de la Patria, porque a fin de cuentas los movimientos sociales, con sus limitaciones históricas, acaban cumpliendo nomás al papel que siempre tuvieron, gritar “jallallas” y multiplicar banderas, loas y aplausos, con la diferencia de que ahora ellos se identifican con el rey que les gobierna. Finalmente ellos se sienten “liberados” después de 500 años de colonialismo.
“A esta mi tierra querida, la del color tricolor, le entrego toda mi vida, mis sueños y mis ilusiones”, dice la prosa de una cueca conocida. Nunca tan cierto para aquellos bolivianos y bolivianas que se entregan en cuerpo y alma en sus distintos oficios, rubros y saberes en la construcción de una nación nueva.
Sin embargo, hay una bolivianidad que no encuentra su lugar en el actual estado de cosas. Es una bolivianidad que no entiende las contradicciones de este “proceso de cambio” ni la crisis de existencialismo en que se debate la oposición política. Son gente simple y sencilla que detesta escuchar a cantautores que le cantan a la Patria pero que aparecen en la lista de los terratenientes del MAS, y que no entiende cómo es que hay funcionarios públicos que llamándose “revolucionarios” se están volviendo ricos gracias a la política. Vergüenza causan los poetas que ayer le escribían versos a la verde naturaleza de nuestra heredad nacional pero que hoy, escondidos detrás de una pega, guardan silencio sobre la maquinaria de depredación masista que hoy amenaza al TIPNIS.
Esta Patria que amamos continúa existiendo 187 años después con sus virtudes y sus defectos, los dramas nacionales que cual ciclos siniestros se repiten año tras año, los triunfos y las derrotas, la esperanza y la frustración, la fe y la incertidumbre, el orden y el caos, la política y la vida real, etcétera.
Esta Patria que amamos cree en Dios y se aferra a su única bandera que es la rojo, amarillo y verde. Esta Patria se indigna ante doctrinas indigenistas que en nombre de la “descolonización” hoy amenazan con aniquilar la libre determinación de las naciones indígenas (tal cual hicieron los españoles 500 años atrás), destruyendo los parques nacionales, llenándolos de cocales y de laboratorios de pasta base, aumentando las maldiciones sociales en las grandes ciudades.
De un plumazo se intenta borrar la vieja República y se quiere establecer el Estado Plurinacional, pero ¿qué diferencia hay? ¿Qué “proceso de cambio” es el que se quiere construir si lo único que se difunde es el odio, la venganza, la violencia, el racismo y la persecución? Que están llenando los municipios de estadios, coliseos, hospitales y otras moles de cemento y fierro es muy cierto, y puede que hasta merezcan aplausos por eso, pero ¿cuánta construcción del ser humano existe? ¿Acaso hemos de creer que aquellos que hacen flamear la wiphala o los que juran con el puño izquierdo extendido sean ciudadanos dignos, meritorios, creíbles, sinceros, honestos, leales, altruistas, abnegados o, en una palabra, ejemplos de vida? ¿Acaso hemos de decirles a nuestros hijos que imiten las malas prácticas de los intermediarios de la política que hoy copan las instituciones del Estado?
No seremos enemigos de los ricos, pero hay una parte de la bolivianidad que siente nostalgia por la República cuando los pobres podíamos almorzar sopa y segundo con 6 bolivianos, no teníamos que asarnos bajo el sol haciendo cola para comprar un kilo de azúcar o una garrafa de gas y la plata alcanzaba para las cosas necesarias. Los ejércitos de vendedores ambulantes que hoy invaden los mercados en las grandes urbes son los mismos que había en la República y el Estado Plurinacional no ha cambiado sus tristes historias, su imperiosa necesidad de vender algo, cualquier cosa, para no morir de hambre, pues aunque hubieran votado por el partido gobernante ellos simplemente no tienen cabida en la nuevos círculos burgueses que como hongos van apareciendo en torno al trono gobernante, como ocurrió siempre en tiempos pasados, ya que la burguesía solamente cambia de color pero nunca pierde sus privilegios, mientras que la plebe, el pueblo, nosotros, somos los que a la larga cargamos con las tribulaciones de la Patria amada.
Y ahora que dizque pretenden quedarse “para siempre”, como parece ser en definitiva el plan que tenían, el futuro que se nos pinta es más oscuro que nunca. Es como si nos acechara un jinete del Apocalipsis montado sobre un caballo azul.
Dios salve a la Patria. Es lo único que tenemos.

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