martes, 19 de junio de 2012

Mi madre se quedó ciega y los médicos cubanos hace tiempo que ya se fueron

El vía crucis con los médicos cubanos en 2007 y en la antesala del quirófano en un hospital de Santa Cruz.

Historia de la vida real o de cómo se engaña a nuestros ancianos con el Seguro de Salud para el Adulto Mayor (SSPAM) cuya cobertura –en el gobierno municipal de Minero– se reduce a la dotación de paracetamol y a veces ni siquiera eso.

Doña Encarnación * se quedó totalmente ciega a principios de junio a causa de una fulminante complicación de su mal de cataratas en los dos ojos. Hay que estar en los zapatos de ella (o de cualquier otra persona que se queda ciega por ser pobre) para entender lo que significa perder el sentido de la vista. Es un golpe sicológico terrible; es como si de pronto el mundo se volviera oscuro y no sabes qué hacer.
El 17 de enero de 2007 y en otra fecha posterior esta mujer, de 65 años de edad, se había hecho operar dos veces con los médicos cubanos en la ciudad de Santa Cruz; las cirugías que le practicaron supuestamente fueron para solucionarle su problema de cataratas, o al menos eso decía la propaganda masista de aquel tiempo.
Posteriormente, en los meses finales de 2011, el presidente del Estado Plurinacional y sus acólitos celebraban el record estadístico logrado por los médicos cubanos según el cual se había devuelto la vista a 600 mil personas en Bolivia.
En el caso de doña Encarnación eso era mentira. Ella había sido engañada porque los médicos cubanos solo le habían extraído carnosidad de sus ojos. Habían hecho en tres cirugías lo que podían haber hecho en una sola, seguramente con el fin de inflar las estadísticas, sin mencionar el martirio que para esta mujer de la tercera edad significó ir al hospital de los médicos cubanos en la capital cruceña donde tuvo que hacer cola por más de diez horas, sin nadie que le alcanzara un vaso de agua, hasta que por fin fue operada por un médico cuya voz sonaba seca, hueca y absolutamente fría.
Pero para doña Encarnación el drama no terminó con la partida de los médicos cubanos, que se fueron del país luego de dar por terminada su “misión” en Bolivia.
El 3 de junio doña Encarnación pierde la vista tras una severa complicación de su mal de cataratas. Su única esperanza era el Seguro de Salud para el Adulto Mayor (SSPAM) ya que ella en una radio había oído al alcalde vanagloriarse de que la Comuna estaba financiando cirugías en varias especialidades en beneficio de los ancianos que viven en Minero.
Pero una cosa es la propaganda política y otra la realidad. El decreto supremo 28968 promulgado por el presidente Evo Morales el 13 de diciembre de 2006 en el Art. 16 indica con toda claridad que los ancianos tienen derecho a recibir atención gratuita de tercer nivel.
Dice el mencionado artículo: “Tercer nivel: corresponde a la consulta de especialidad […] cirugías en las diversas especialidades y grado de complejidad; y servicios complementarios de diagnóstico y tratamiento de alta tecnología y complejidad”.
Pero en Minero esta ley no se cumple, pese a que la Alcaldía recibe las primas económicas destinadas a ese cometido, y el “Hospital Municipal de Segundo Nivel” acaba siendo un embuste que nada tiene que ver con la realidad, como lo comprobaría doña Encarnación cuando fue a ese nosocomio para pedir que la operen de las cataratas. “La normativa interna nos impide financiar esta cirugía, si lo hacemos, estaríamos malversando recursos del Estado”, le dice el Dr. Nelson Chávez Llorente, responsable del SSPAM en Minero. “No podemos salirnos del protocolo que nos envía el propio Ministerio de Salud y Deportes”, resume el director del hospital, Dr. Ciro Orellana, quien muestra un catálogo que supuestamente prohíbe las cirugías de cataratas para las personas de la tercera edad.
En la clínica Unimax de la ciudad de Montero el oftalmólogo fija en 1.200 dólares el precio para que doña Encarnación pueda volver a ver. En los hospitales privados es así de simple, si ella tiene los 1.200 dólares el “milagro” se hará realidad, si no, se quedará ciega como miles de otros ancianos que se quedan ciegos por el hecho de ser pobres. Así de dura es la realidad, y en esto no hay diferencia entre médico estatal y médico privado; si no hay dinero, no hay nada.
Llegado el momento, en la farmacia del hospital de Minero ni siquiera pudieron abastecer a doña Encarnación con medicamentos para los dolores de la postcirugía. Y no hubo manera de convencer a los médicos del Estado de que vieran la forma de ayudarla a pagar por la operación de cataratas, pero seguramente algún maldito burócrata de la Alcaldía se encargara de “cuadrar” el dinero que se le negó a esta mujer en los estados financieros del año 2012. Es una letra chica que no tendrán tiempo de leer los fiscalizadores a los que no les importa el dolor de los pobres ya que ellos tienen seguros sociales privados y hacen estudiar a sus hijos en colegios particulares.
Al final doña Encarnación terminaría dándose cuenta de que el SSPAM es otra patraña con la que los políticos siguen engañando a nuestros abuelos, así como la Renta Dignidad, que no alcanza ni para comer dignamente diez días, o el bono Juana Azurduy, cuya miserable paga no llega ni a la mitad de las mujeres embarazadas, como podremos demostrar en una próxima historia de la vida real.
Engañada como fue por los médicos cubanos, doña Encarnación tampoco ha podido beneficiarse nunca de las campañas de la Gobernación de Santa Cruz ya que estas, cuando llegan a Minero, solo benefician a los ancianos que son apadrinados por algún dirigente político del Frente Amplio o de la agrupación Verdes y doña Encarnación, que se gana la vida vendiendo empanadas en la calle, no tiene tiempo para esas cosas.

(*) Se ha ocultado el nombre para proteger su identidad y por temor a represalias.

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