viernes, 14 de junio de 2013

Zona de libre contrabando


Unas horas en el amanecer de Salvador Mazza (Pocitos argentinos) fue suficiente para constatar in situ que, lejos de combatir el contrabando, las autoridades de ambos países lo toleran y lo fomentan abiertamente. En esta foto tomada el 11 de junio pasado se puede ver cómo los contrabandistas cruzan la frontera Argentina-Bolivia delante de agentes de la Policía Federal del país vecino. A diferencia de hace treinta años, cuando una maraña de "mulas" bolivianas cruzaba el puente fronterizo cargando sobre las espaldas un quintal de harina (o de lo que sea), ahora lo hacen en carritos llamados "burros". Incluso ya están organizados en una Asociación de Bagalleros Gran Chaco. Los carritos solo pueden cargar tres quintales de cualquier producto (harina, vino, fideo, frutas, jugos AdeS, embutidos, etcétera) y son controlados por una especie de policía gremial (son notorios porque llevan chalecos color naranja, igual que la Policía boliviana). Traer productos en un carrito tiene una tarifa de 22 bolivianos. "Te lo puedo hacer por 20 bolivianos, pero no le avises a nadie porque nos multan", dice uno de los peones. El hecho de que estas asociaciones cuenten con personería jurídica es la mejor prueba de que el contrabando es una actividad reconocida por los gobiernos de ambos lados de la frontera. Los bagalleros son literalmente centenares, quizás miles; todos son bolivianos y, como es de suponer, solo se permite el contrabando de productos argentinos; ningún producto boliviano cruza a la Argentina. Una vez que cruzan el puente a paso presuroso, el ejército de bagalleros se dirige a depósitos inmensos donde descargan los productos. Mencionar que esos depósitos pertenecen a peces gordos del contrabando resulta una obviedad, a fin de cuentas, esa una práctica que viene de décadas atrás, en todos los gobiernos se hizo lo mismo. Pero los argentinos siempre fueron más "vivos", ellos permiten que el contrabando sea en un solo sentido, de Argentina hacia Bolivia, nunca al revés, de esa manera el gobierno argentino hace posible que sus diversos sectores productivos tengan movimiento económico, en tanto que el gobierno boliviano ampara a los clanes familiares que lucran con el comercio ilegal y permite a la vez que centenares (quizás miles) de militantes masistas se ganen la vida trabajando de "mulas" del contrabando, en desmedro de la producción nacional. Y al final todos acaban sacando algún provecho en esta ilegal cadena alimenticia. Fue así en los gobiernos neoliberales, lo es ahora en el actual "proceso de cambio", no ha cambiado nada, solo los discursos. 

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