El
dirigente local Eloy Salazar se trenza a golpes con un sujeto del bando que
pretendía ocupar Alianza.
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Una
multitud masista traída desde Fernández Alonzo intentó anexarse Alianza – Nadie
apareció para defender nuestro territorio – Alcalde y oficial mayor pedían
“paciencia” mientras las huestes invasoras ocupaban el pueblo – El Comité
Cívico no apareció nunca – Los concejales llegaron cuando todo había pasado - Carrillo
le dijo “burra” e “irresponsable” a la alcaldesa Angelina Vargas – La acusa de
malversación de fondos – Anuncia que ella será puesta ante un juez cautelar “en
una semana” – Comité de Vigilancia cuestiona al Comité Cívico por no plantar el
mojón en Alianza – Mujeres ofrecen sus polleras y faldas a los concejales y al
presidente cívico – “Nos dejaron solas; no tienen pantalones”, les dicen
Las
mujeres de Alianza se pusieron en la trinchera de la resistencia civil en
defensa del territorio de Minero. El 3 de abril centenares de vivientes de
Fernández Alonzo comandados por su alcaldesa penetraron hasta la cabaña Doris e intentaron plantar allí un mojón
con el objetivo de sentar soberanía y anexarse Alianza. No lo consiguieron.
Una
hora antes el fiscal de la FELCC ,
Raúl Vaca, había efectuado una audiencia en el sitio que delimita Alianza y
Cuatro Ojitos. Allí se pudo evidenciar que la Alcaldía de Minero había
destruido unas cañerías de agua potable que venían desde Cuatro Ojitos, razón de
sobra para que las autoridades de ese municipio sentaran una demanda penal en
contra del alcalde Freddy Rivero y otras cuatro personas (Michel, Eloy Salazar, el subalcalde de Alianza y Canavacho) por daño económico al
Estado, atentado a la salud pública y racismo.
En
la audiencia los abogados de ambas partes expusieron sus posiciones, el abogado
demandante aseguró que las autoridades minereñas habían cometido un “delito
atroz”, pero el fiscal optó por una salida prudente aconsejando a los dos
alcaldes a sentarse en la mesa del diálogo con el fin de resolver el diferendo
limítrofe.
Pero
una hora después una multitud en actitud provocadora y desafiante llegó desde Fernández
Alonzo y tomó posición del cruce donde está la cabaña Doris, o sea, donde se supone que es territorio minereño.
“Si
el fiscal atiende nuestra demanda por malversación de fondos la alcaldesa de
Fernández Alonzo será puesta ante un juez cautelar en una semana”, avisaba en
ese momento el oficial mayor de la Alcaldía de Minero, Osberth Carrillo. El
jerarca municipal no ahorró adjetivos para referirse a su correligionaria la Dra. Angelina Vargas. “Esta
mujer no tiene materia gris […] es una irresponsable”, dijo Carrillo. Incluso
la llamó “burra” porque en la inspección se observó que el agua que filtraba
por las cañerías rotas venía desde el tanque de Cuatro Ojitos y no al revés, como señalaba la denuncia.
Según
Carrillo, se trata solo de un show político que la Dra. Angelina habría
armado con el objetivo de recuperar su popularidad en vista de que en 2012 se
habría “aplazado”.
El
alcalde Freddy Rivero y los vecinos de Alianza se encontraban reunidos en un
galpón construido al lado del tanque del proyecto “Mi Agua I” que sigue inconcluso. Allí las autoridades minereñas pedían paciencia y calma
a las mujeres de la comunidad mientras a dos cuadras de distancia los “avasalladores”
hacían reventar petardos y lanzaban vítores desafiantes. Lo que es peor, la
intención de plantar un mojón allí.
Las
mujeres querían guerra, querían salir a defender su territorio, no entendían
cómo sus autoridades permanecían de brazos cruzados en una situación tan
crítica e incluso amenazaron con tomar de rehén al burgomaestre minereño hasta
que llegaran refuerzos desde Minero. Esos refuerzos nunca llegaron.
Entonces
cerca de la 1 de la tarde muy a su pesar las autoridades minereñas se vieron
obligadas a comandar la resistencia y junto a las mujeres se dirigieron al
sitio donde se encontraba la turba. Los fernandeños los recibieron con barro,
patadas y puñetes y el alcalde de Minero apareció en medio de una avalancha
humana que casi lo deja sin aire, por lo que optó por alejarse mientras Eloy
Salazar, dirigente del comité de agua, se trenzaba a golpes con un campesino del bando contrario.
A
lo lejos el ex alcalde Francisco D’Alencar miraba los acontecimientos mientras
se refrescaba chupando naranjas. Paradojas de la vida, ya que habría sido él
quien, atendiendo intereses geopolíticos de su partido el MNR, años atrás
impulsara un confuso acuerdo para que Alianza quedara en el limbo legal sin
saber si pertenecía a Minero o a Fernández Alonzo.
En
medio de la avalancha masista el oficial mayor Osberth Carrillo intercambiaba
epítetos con su colega y correligionario Franz Galter.
Valientes
las mujeres de Alianza quienes a pesar de su pobreza tuvieron la lucidez mental
para entender que por encima de todo está la defensa de un territorio que
históricamente le pertenece a Minero pero que por la tramoya política hoy
aparece en un cuello de botella legal como tantos otros diferendos limítrofes a
lo largo y ancho del territorio nacional.
Valientes
y valerosas porque ellas tuvieron que resistir prácticamente solas este nuevo
intento de penetración territorial. No contaron ni siquiera con el apoyo moral
de los concejales ya que estos se habían ido a almorzar luego de la audiencia
con el fiscal, en tanto que la promesa de los dirigentes del Comité Cívico de
plantar el mojón ese mismo día nunca se cumplió porque ellos nunca aparecieron
por el lugar.
Cuatro
concejales llegaron al lugar del enfrentamiento cuando ya todo había pasado
(los había ido a traer el presidente del Comité de Vigilancia) y
las autoridades vecinas se habían llevado a su gente en camiones y camionetas
tras declarar un “cuarto intermedio”.
Tan
escasa vocación por defender el territorio minereño no pasó inadvertida por las
mujeres de esa comunidad. “Dónde se metió usted, le voy a prestar mis
calzones”, le dijo una mujer a uno de los concejales masistas de la Tercera Sección Municipal.
Otra mujer se refirió al presidente del Comité Cívico en estos términos: “Este
señor se sacó las pantalones, cuando venga a Alianza lo voy a esperar con falda
o con pollera y se la voy a poner para que aprenda en otra a ser hombre y a
cumplir su palabra”.
El
alcalde se apresuró a hacer cuentas y dijo: “De Minero no éramos más que
cuatro: yo, mi mujer, el oficial mayor y el chofer”. Esto molestó al concejal
Ruddy Rodríguez quien off the record
soltó una frase muy sugestiva: “Freddy no puede decir eso en medio de la
calentura. Esas mujeres podían habernos hecho cualquier cosa. Este alcalde no
va más”.
El
corregidor Ronald Chávez, que también había llegado después de los sucesos, desde su silla de ruedas prometió “200 o 300” minereños enviados por el Comité Cívico
para hacer vigilia día y noche en Alianza. Nadie le creyó. Carrillo lo increpó
diciendo que los refuerzos hay que traerlos, no prometerlos.
El
intento de ocupación de Alianza finalmente había sido frustrado por las mujeres
de esa comunidad. A Dios gracias que la sangre no llegó al río fuera de algunos
amagos de pugilato y de unos seis o siete policías que no sabían a cuál de los
dos alcaldes hacer caso. De vuelta a casa se pudo ver a los concejales Valerio
Rodríguez y Límber Guamán caminando casi de la mano, dejando ver lo que parece
ser el motivo real detrás de este lío: la pulseta entre el senador Isaac Ávalos
y el diputado Edwin Tupa.
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